1.000 m2 de deseo / Arquitectura y sexualidad

 

¿Boudoirs para hombres? ¿Un centro multimedia de entretenimientos sexuales? ¿Un ejército de voluntarios del sexo? ¿Museos sexo-termales? ¿Un catálogo Ikea de mobiliario BDSM en mi buzón? ¿Folies eco-contemporáneas?

La exposición investiga cómo se han proyectado, construido e imaginado los espacios para el sexo en nuestra sociedad occidental desde el siglo XVIII hasta nuestros días.

Muestra cómo la arquitectura, perpetuando los modelos normativos de habitar y de relacionarse, ha contribuido sustancialmente a crear los estereotipos de género en nuestra sociedad patriarcal mediante una determinada organización del uso de los espacios. Presenta algunos de los proyectos que en ese periodo de tiempo más se han distinguido en la subversión de los modelos tradicionales y en postular utopías de convivencia sexual o espacios-refugio «libertinos». Pone de manifiesto cómo la creación de ciertos paréntesis de resistencia a lo normativo nace sobre todo de la arquitectura informal y de la apropiación de lugares.

Y sostiene la necesidad de revisar para nuestra contemporaneidad la vigencia e interés de algunos de los proyectos especulativos radicales presentados y que parecen hablarnos directamente desde una distancia, en algunos casos, de más de dos siglos. Dibujos y maquetas de arquitectos, piezas artísticas, instalaciones, películas y documentales, libros y otros materiales establecen entre sí relaciones que son una invitación a considerar cómo se construyen las sexualidades en obediencia a determinados códigos culturales sujetos a normas corporales y discursivas, y cuál es el espacio del deseo y del placer en nuestra sociedad.

A la libertad sexual de hoy muchos la califican de liberalización sexual. ¿Cuál es el tiempo reservado al placer sexual hoy cuando nuestros días están monitorizados entre el tiempo para la producción y el tiempo para el consumo? El famoso poeta libertino John Wilmot, conde de Rochester, defendía que «la lujuria tiene algo de pura generosidad».

Con la canción La sensación del orgasmo de Nick Currie, Momus, como banda sonora y emblema, la exposición inicia un recorrido en el que los materiales se distribuyen en cuatro grandes bloques:

Utopías sexuales:

Reúne las propuestas especulativas de aquellos arquitectos, pensadores, artistas o comunidades que se han imaginado otra forma de vivir la sexualidad no reducida a lo doméstico y han diseñado nuevos espacios de relación en la ciudad y en la naturaleza.

Desde los templos del placer ideados por Claude-Nicolas Ledoux, el Oikema; los Parthenions que Restif de la Bretonne organiza según un minucioso reglamento en su tratado sobre la prostitución, Le Pornographe; los espacios para las orgías eróticas y gastronómicas de Fourier; las propuestas de los representantes de la arquitectura radical de los 60 y 70, como el Templo para la danza erótica de Ettore Sottsass, o los Baños públicos de Rem Koolhaas en Exodus, las aportaciones de Archigram, Superstudio, El taller de Arquitecura de Ricardo Bofill, Haus Ruker Co — hasta las comunidades hippies, y otras iniciativas de arquitectos y artistas contemporáneos. Con Hacer el amor en abstracto: la arquitectura de la cultura de baile, el arquitecto y artista Pol Esteve investiga la experiencia espacial de las discotecas y de las raves y de cómo mediante una combinación de tecnologías como la luz estroboscópica, música y drogas se producen efectos orgásmicos o de sexualidad desplazada. Ingo Niermann con su plataforma de un ejército del amor, thearmyoflove.net, propone una comunidad voluntarios del sexo para crear situaciones y espacios de satisfacción para los «excluidos habituales», personas con problemas físicos o con un físico distinto de los estándares de lo atractivo.

La exposición quiere reivindicar el visionario trabajo de Nicolas Schöffer que en los años sesenta en conexión con los situacionistas y fomando parte del movimiento de arquitectura radical francesa proyecta una ciudad utópica La Ville Cybernétique (1955 -1969) para la que diseña un Centro de Entretenimientos Sexuales. Una enorme instalación reproduce este espacio hecho de sexo, voltios, esculturas cinéticas que bailan, y perfume.

Refugios libertinos:

Explora el poder que los espacios ejercen como motor del deseo y analiza cómo son los ambientes privados concebidos exclusivamente como escenarios para el placer. Muestra el papel de la arquitectura como experiencia sensorial en las estrategias de seducción y cómo la sofisticación en el diseño de artilugios constructivos y mecánicos dispara la imaginación erótica. De las petites maisons del XVIII conespacios, decoración, mobiliario, artilugios especializados a los apartamentos de seducción de los solteros propuestos por la revista Playboy. Esta revista definió una nueva identidad para los hombres que incluía cómo debían vestirse, qué escuchar, qué beber, qué leer, y también el entorno en que debían vivir: con que muebles y en qué interiores. Desde Frank Lloyd Wright a Mies van der Rohe pasando por John Lautner o Ant Farm hasta las producciones del diseño de los Eames, George Nelson, Eero Saarinen o Harry Bertoia, la arquitectura y el diseño se presentan a través de este medio como instrumento de reforma de un código de conducta. La exposición le dedica un capítulo entero a Playboy, una miniexposición dentro de la exposición, comisariada por Beatriz Colomina. Playboy como máquina de comunicación de enorme impacto, tratando a las mujeres y los edificios como objetos de fantasía y deseo contribuirá de manera decisiva a la transformación de «la intimidad» en espectáculo público.

La muestra revela también que la arquitectura del movimiento moderno es un proyecto dirigido desde lo masculino, que relega la dimensión erótica. Beatriz Colomina lo resume en esta frase: «las mujeres son solo los fantasmas de la arquitectura moderna». Adolf Loos diseña un dormitorio para su esposa Lina como si fuera un estuche de piel y fantasea una casa parisina para Joséphine Baker. El centro de la casa lo ocupa una piscina que puede observarse sólo desde unos ángulos concretos, especialmente desde la ventana de un pequeño salón, que funciona como un peepshow. La exposición también presenta los enigmáticos y sensualizados interiores de las casas de Carlo Mollino, y como contrapunto a estos espacios íntimos, la casa de Rudolph Schindler en California, que propone un programa experimental de convivencia para dos parejas con camas/cesta al aire libre.

Espacio y fantasía:

Según Lacan, las relaciones sexuales no existen (en el sentido de que existe el encuentro o la mediación entre cuerpos, pero el placer es siempre el placer de uno). O como dice Slavoj Žižek, en las relaciones sexuales nunca estamos solos con nuestra pareja, siempre se cuela un tercero: nuestra fantasía. En el acto sexual vivimos un desdoblamiento narrativo de modo que somos a la vez parte de una escena y observadores de esa escena. La arquitectura, como diseño físico del espacio y como atmósfera, forma parte sustancial de nuestras fantasías. Muchos de los materiales expuestos proceden de la ficción y se construyen a través del lenguaje o la imagen proyectada. La exposición habla de nuestra situación de voyeurs en la lectura o ante los materiales pornográficos y de cómo los espacios de la ficción se han tipificado y forman parte de nuestro imaginario colectivo: desde lo bucólico a lo exótico, los ámbitos disciplinarios, desde los espacios del lujo a los de la transgresión. Incluye un gabinete de lectura de novelas libertinas a cargo de la especialista Marie-Françoise Quignard. Un gabinete Sade que investiga cómo el marqués construyó su utopía narrativa del exceso desde su pasión por la arquitectura y por las artes escénicas.

La exposición presenta la instalación de William Kentridge Right Into Her Arms. Kentridge ha diseñado recientemente la escenografía de la ópera Lulú de Alban Berg. La pieza forma parte de este proyecto. Lulú es un personaje que se inspira en las tragedias La caja de Pandora y El espíritu de la Tierra de Frank Wedekind (1864-1918). Es a la vez verdugo y víctima: una mujer pantalla sobre la que se proyectan las fantasías de diferentes hombres, a los que manipula o enciende con su indiferencia, pero que pierde el control en el complejo juego de la representación.

Una sala de cine porno prototípica de los años 70, donde se proyectan secuencias de las películas míticas de este género, comisariada por Esther Fernández, nos habla de cómo la sala de cine va a ser uno de los espacios transformados por los discursos de la revolución sexual de finales de los 60. Un espacio que asume una progresiva sexualización hasta acoger la primera pornografía cinematográfica legal. El llamado porno chic, que aparece en Estados Unidos en los primeros 70,abrirá los espacios de consumo pornográfico al ojo femenino e imagina una experiencia de visionado colectivo que se mantendrá hasta mediados de los años 80, momento en que la tecnología vídeo desplazará el porno hasta los hogares.

Sexografías:

Tras la senda del situacionismo de Guy Debord, la exposición presenta algunas cartografías de las pasiones contemporáneas a través de piezas de arquitectos y artistas como Jean-Didier Bergilez, Danli Wang, Pol Esteve i Marc Navarro, Fito Conesa y Ania Soliman. Y descubre espacios públicos codificados para el sexo como parques, calles o lavabos públicos. Presentamos, entre otros las magistrales series fotográficas The Valley de Larry Sultan, The Park de Kohei Yoshiyuki. Veremos como los establecimientos de encuentro sexual –desde el resort de lujo al burdel, el club de carretera, las saunas o el cuarto oscuro gay, discotecas y bares, la mazmorra y los espacios BDSM o los sexshops– son sistemas sociales altamente ritualizados. Son ámbitos donde iniciación y transgresión –y el propio reconocimiento del espacio– actúan como motor del deseo: determinada iluminación, el olor, la música –y los protocolos de higiene– forman parte de esta arquitectura informal. Están diseñados para unas prácticas determinadas que, a su vez, regulan. Todos ellos son espacios de representación que reflejan mitologías de grupo.

Más allá de estos espacios ¿cuáles son los espacios para el sexo hoy? Sin duda el ciberespacio: el porno en internet y las apps de encuentros para todos los gustos. En plena utopía tecnológica, artistas como Yann Mihn, en busca del éxtasis telepático, trabaja en el prototipo de una máquina de inmersión total en la realidad virtual y la estimulación (teledildónica), su «Nooscaphe-X1 Cybersex immersion engine».

El deseo en el siglo XXI es el deseo de otros, está invertido de forma cada vez más obsesiva en el deseo de reconocimiento y en la competencia por la representación. Bajo el lema de parecer sexy (del selfie a instagram) y de aspirar a una felicidad obligatoria, internet impone una laboriosa construcción de la imagen de la vida privada. ¿La imagen de lo sexual publicada en las redes representa o sustituye (sublimándolas) las relaciones? ¿La hipersexualización de la sociedad según la representan los medios sustituye con eficacia y rapidez la vida sexual? La sociedad parece sumirse en una depresión narcisista donde internet funciona como una maquina masturbadora. En el contexto occidental donde la permisividad ya no es transgresión sino la norma ¿qué papel tiene la arquitectura para el encuentro gratuito de los cuerpos, en resucitar lo erótico transgresivo, en re-erotizar las relaciones sociales? Este proyecto explora los intersticios de libertad que se reivindican a través de ciertos espacios para el deseo, no normativos como los movimientos queer, y cómo estos constituyen una propuesta de resistencia revolucionaria frente a los escenarios mercantilizados y contra el control de estructuras sociales progresivamente totalizadoras.